Enrique
Romero
Jamás
pensamos llegar a ver profesores que chantajean con algo tan sagrado como la
educación de nuestros niños y jóvenes, padres de familia que, en su malestar
social, dejan de dar prioridad a la educación de sus hijos, y un gobierno
blandengue y corrupto que acepta el que no haya clases por cuidar su ya
deteriorada imagen. No se ve, salvo en padres responsables y algunos sectores
de la sociedad, que ni al gobierno ni al chairismo magisterial le importe
conculcar el sagrado derecho a la educación a las nuevas generaciones. Están
más preocupados en sus políticas mezquinas, en defender sus intereses egoístas.
En estricto apego a los tratados internacionales el gobierno mexicano está
conculcando un derecho humano y la convención internacional de los derechos de
los niños. Podría ser llevado a una corte internacional si se promoviera esta causa.
Viola además el artículo tercero constitucional, pero sobretodo cancela el
futuro de millones de niños que no tendrán las herramientas necesarias para su
progreso y desarrollo. Estamos cometiendo suicidio social como nación al
imponer nuestros intereses de gente adulta sobre los de los niños que no tienen
capacidad de reclamar nuestro egoísmo, que ni siquiera están concientes del
daño que les causamos. Algún día nos reclamarán y no tendremos cara para
afrontar su reclamo. Nuestra sociedad ha perdido muchos valores humanos. Hasta
las bestias tienen como prioridad la seguridad y el desarrollo de sus
cachorros. Qué nos pasa? Queda aún esperanza? Duele ver que nos perdemos en
cuestiones coyunturales y dejamos de ver lo que más importa, el futuro de
nuestros hijos. Sabemos que los chairos saldrán con sus endebles argumentos,
con sus sonsonetes huecos. Que sigan en su odio antisístemico creyéndose
revolucionarios, negándose a aceptar que negar educación es lo más oscurantista
y retrógrado que existe. Y el remedo de gobierno que tenemos que no se espante
cuando la sociedad lo condene al ostraicismo y al basurero de la historia.
Chairismo magisterial y gobierno son socialmente irresponsables y egoístamente
cínicos. Ambos dignos de oprobio.
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